Que levante la mano el primero que no tenga un su memoria cosas que nos enseñaron que son valiosas y nos hacen/hacían más feliz la vida.
Me refiero solo a cosas –no a valores-. A cosas que consideramos valiosas y venimos guardando para esa ocasión especial. Pongo algunos ejemplos: el juego de vajilla para recibir invitados, el juego de copas, juego de cubiertos para las visitas, ropa, adornos y la lista sigue.
Esas cosas que guardamos porque entendemos valiosas, porque en su momento fueron tan costosas y difícil de alcanzar. En nuestra mente aparecen algo así como: las guardo porque no se si voy a poder reponerlas, pero que al final nunca usamos, o usamos una o dos veces en nuestra vida. Se supone que pasarán de generación en generación… pero a las generaciones que nos siguen ¿les interesa?
Pongo como ejemplo el famoso juego de vajilla de alguna marca carísima que tenemos muy bien guardado, que si usamos una, dos o como mucho diez veces fue hace como veinte años y sigue… muy bien guardado…
Hechos de la vida real…
Me encontré con situaciones puntuales frente a las cuales abrí el vajillero y me pregunté: ¿para qué y por qué guardo este hermoso juego de vajillas?
La primera fue cuando mi hija se fue a vivir al extranjero. Al mudarse claramente no se llevó ni siquiera su juego de vajilla diario o sea, mi hermoso y costoso juego de vajillas quedará en la nada cuando yo ya no lo guarde más.
La segunda fue cuando una persona bastante más mayor que yo me comenta que vendió su juego de vajilla marca costosísima. Lo que por él le pagaron, solo le alcanzó para comprar un nuevo juego de vajilla de cerámica. Le pregunté porque no decidió usar para todos los días el juego de vajilla que vendió y la respuesta fue algo así como que era demasiado para todos los días.
Adivinen cómo siguió el tema: sin dudas voy a usar el costosísimo juego de vajilla para mí, para todos los días, decidí que no tiene sentido que siga muy bien guardado y que es mejor darle un uso más allá de ser admirado cada vez que abro el vajillero.
Lo que aprendí sobre las cosas valiosas
Esta es, estoy segura, una de las tantas lecciones que aprendí tanto de la generación que me sigue como de la que me antecede, entre ambas lograron hacerme ver que no tiene sentido guardar cosas para algún día. Que está genial tener cosas costosísimas pero para disfrutarlas uno, para el día a día.
Desde que recibí el costosísimo juego de vajillas cambiaron tanto las costumbres que sigue siendo costosísimo, pero con otro fin: no se lo va a quedar la generación que me sigue y si decide venderlo dudo que su precio sea suficiente como para haber justificado guardarlo tantos años. A DISFRUTARLO!!!!
Las casas han sido construídas para habitarlas, no para contemplarlas
Francis Bacon (1561-1626), filosofo ingles