Luego de tantos días dentro de mi hogar, con lo cual ya está “perfecto”, me puse a pensar por qué no retomar la costumbre de invitar a casa. Es algo que, por lo menos en mi caso, quedó como en el olvido. Dentro de mi vida social la mayoría de los encuentros son fuera de cualquier casa: restaurantes, bares…
Etapas en casa
Cuando mis hijos eran chiquitos encontrarse en casa de uno y otro era realmente una solución sumamente agradable. Toda la vida social pasaba por encontrarse en casa de quien fuera. Los mayores nos divertíamos mientras cuidábamos a los pequeños que jugaban entre ellos.
Se comía asado o comida que se compraba ya hecha, cuando no fideos y listo. La mesa se ponía en dos minutos, linda, pero en dos minutos, nada espectacular. Pero todo eso que nacía, así como viene era hermoso: siempre estaba esa sensación de hogar, estar acompañado, de vivencias divinas.
Pasada esa etapa, los encuentros sociales se fueron convirtieron en “salir”: quedarse en casa, en la mayoría de los casos, no resultaba placentero. Si hoy me pongo a buscar los motivos, la verdad es que no los encuentro, así que voy a intentar buscarlos. Acompáñenme!!!!!
Yendo más atrás ….
Si voy más atrás en mi historia personal, me acuerdo que cuando era chica, invitar a casa era todo una revolución. Los disfrutábamos muchísimo, pero no dejaba de ser una verdadera y compleja actividad. Era algo así como que el mundo empezaba a girar alrededor de la reunión en casa.
El primer tema era la comida. Se empezaba a cocinar con uno o dos día de antelación. Soy de la época de las recetas de doña Petrona C. de Gandulfo: era una genia en la cocina. Pero sus recetas eran de lo más elaboradas, no fallaban nunca, eso sí, había que trabajar. Agreguemos que no existía el microondas, la “slow-cooker” ni multiprocesadora, como mucho batidora y licuadora, que eran todo un lujo. Y desde ya que la única posibilidad era servir primer plato, plato principal, postre y no podía faltar algo para el café. Todo casero, obvio.
Poner una linda mesa era otro gran tema. Los manteles y las servilletas se planchaban y por lo general había que repasarlos antes de ponerlos a la mesa. El servicio de mesa se relimpiaba íntegro. El centro debía ser de flores naturales, no podía faltar el lugar para el pan y las copas.
Y si sumamos algo más: no existía el lavavajilla. Cuando se retiraban los invitados había que lavar todo antes de irse a dormir (por supuesto), al día siguiente lavar la mantelería… en fin… Hermoso pero verdaderamente agotador.
Aprovechemos todo lo que nos brinda la vida moderna
Hoy en día tenemos todas las posibilidades a nuestro alcance para poder preparar todo un menú en un par de horas. Es más, si tenemos un poquito de cuidado ni siquiera la cocina quedará hecha un caos. Si queremos podemos hacer un mix entre comida preparada fuera y comida casera. Y si queremos simplificar aún más pedimos unas pizzas.
A mi me encanta servir una mesa bien linda. Hace años que no es tan difícil, empezando por los manteles antimanchas y que no se planchan. Existen hermosas servilletas de papel que son todo un placer verlas y usarlas. Los centros de mesa pueden ser velas dentro de frascos y todavía podemos acompañarlas con algunas hojas naturales o artificiales. Es un todo vale mientras sea agradable a la vista.
Propongo
Replantearnos “el placer de invitar a casa”. Volver a abrir nuestro hogar a la gente que queremos. No representa el esfuerzo que podemos recordar de nuestra juventud. Volver a sentir ese gustito de lo casero, de sentarnos a conversar sin que nadie nos esté ofreciendo bebida o pregunte por el plato que sigue. Recordar que nuesstro hogar es nuestro refugio que no hay mejor, a disfrutado en toda su plenitud.
Es maravilloso abrir nuestro hogar invitando a comer a quienes queremos
yo