Todo está excelentemente bien, estamos enamorados de nuestra rutina y la vida nos sonríe. Pero de repente hoy no tenemos ganas de hacer una cosa, mañana otra. Así es como nos damos cuenta de que llegó el día que necesitamos recalcular y analizar nuestra rutina.
Recalcular nuestra rutina a veces es más sencillo de lo que creemos.
Ya les conté que tengo mi hermosa rutina, esa que tanto me costó armar, pero si voy eliminando cosas y cambiando items y no tengo ganas de hacer muchas de las cosas que tengo programadas es porque algo no está funcionando bien.
Recalcular nuestra rutina
Cuando uno se acostumbra a realizar determinadas cosas es probable que se olvidé el por qué. Así que lo primero que hago es tratar de recordar por qué incluí esa actividad en mi rutina diaria. Descubrir cuál era el regalo que me estaba haciendo al realizar esa labor.
Si pongo como ejemplo, mi famosa bici fija en el balcón, se trata no solo de disfrutar un determinado momento del día sino también de hacer actividad física. Cuando esta actividad ya no me trae una enorme felicidad lo primero que analizo es si no me está siendo funcional el horario. Tal vez haciendo un cambio de horario puede ser la solución. Pero si el motivo es que ya no me causa la misma gratificación, es cuestión de elegir otra que cumpla con el mismo fin.
Ahora si se trata del planchado de la ropa, evidentemente no se puede cambiar por algo similar. Digamos que hay que seguir planchando… mejor buscarle la vuelta para que resulte agradable. Tal vez se trate nuevamente de cambiar el horario de la tarea o la forma de hacerla. Yo planchaba una o dos veces por semana, la verdad es que la tarea se me hacía realmente espantosa. Lo que hice fue asignarle un horario todos los días, con lo cual solo me insume como mucho media hora y no tengo nada acumulado.
¿Por qué hacer las cosas de mal humor?
Nuestras rutinarias tareas no tienen por qué ponernos de mal humor. Tenemos que hacer todo lo que debemos igual, así que mejor encontrar la forma para que no nos angustien o malhumoren.
Esta es una lista de lo que re-calculo cuando mis tareas empiezan a pesarme y ponerme de mal humor
- El horario el en el que las realizo: tal vez durante mucho tiempo el horario en el que realizaba tal o cual tarea me resulta excelente, hasta que un día dejó de serlo. Así que mejor ir probando otros horarios. Es probable que estemos más cómodos haciendo algo antes de salir de casa que cuando volvemos.
- La regularidad: ya les conté el tema de la plancha. Al principio me resultaba genial juntar todo para uno o dos días en la semana. Cuando la pila de ropa empezó a parecerme como el Himalaya empecé a planchar después de cada lavarropas. Créanme que desapareció la gran montaña y en su lugar veo una hermosa llanura!
- El aburrimiento: si alguna tarea intercambiable por otra empieza a resultarme aburrida no dudo en cambiarla por otra de la misma categoría. Vuelvo a mi bici fija: cada tanto disfruto del amanecer tan solo tomando mi café. Después para reemplazar el ejercicio físico me pongo pesas en las piernas y las muñecas para hacer los quehaceres domésticos.
- Acordarme del regalo que me estoy haciendo al momento o después de la actividad que estoy haciendo. Por lo general son placeres tales como: disfrutar de un tranquilo café o de la vista de un hogar hermoso al que regreso luego de mi agotador día.
La rutina no está tanto en las cosas como en nuestra incapacidad para crear a cada momento un vínculo original con ellas, en nuestra tendencia a leerlas por la falsilla de lo rutinario, de lo ya aprendido. Hay que seguir dejando siempre abierta la puerta al cuarto de jugar.
carmen martin gaite (1925-2000) – escritora española